lunes, 23 de marzo de 2009

La vida mallidiana

-Aiii amiguiii te morí la polera que vi en Zara ¡¡¡¡¡Es que te juro que este fin de semana mato!!!!Le voy a decir a mi papá que me la compre todo el rato, me voy a ver topísima-

Para qué mentir. Cuando escuché la conversación entre estas dos niñas de pitillos de colores y pelo claro que había estado observando durante largo rato - estaba esperando a alguien- me sentí identificada, y como yo…muchas más, así que no hay sentimiento de culpa. Yo también quería la polera de la última colección otoño invierno que había traído la marca española.

De repente me surgió la duda, ¿será que mi vida se ha convertido en mallidiana? Si quiero ropa, juntarme con alguien, tomar un café, ir al cine, o simplemente ir a pasear, ¡voy al mall! Y yo que siempre creí que todos los caminos iban a Roma…

Cuando me puse a recorrer el lugar, en una de mis tantas visitas semanales, tuve que analizar más críticamente la obsesión que tienen muchas personas- bueno, y en esto me incluyo- en relación a éste. Porque qué mejor descanso que ir a codearse con una multitud de gente, cual estampida de elefantes, luego de un ocupado día o tomarse un exquisito café acompañado del infaltable cigarro sin la necesidad de prender siquiera uno, porque el lugar para fumadores en cualquier local es tan chico que la humareda que se forma en el techo sirve para aspirar tabaco gratis.

Al final, todos tenemos un poco mallidianos en nuestras vidas. ¡El que no ha pisado nunca un mall y no le ha gustado darse un lujito, que tire la primera piedra! (ojalá envuelta en un vestido Lacoste). No obstante, otra cosa es enviciarse con las idas al susodicho establecimiento y convertirse en un consumista empedernido que necesita de vivir de las comprar para sobrevivir. Aunque pensándolo bien, todos tenemos nuestros pequeños vicios… ¿Eso no es malo o sí?

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